En el año 1999, tuve la increíble oportunidad de participar en un proyecto de restauración de gran envergadura con la empresa italiana Tecnireco S.R.L: la Restauración de los frescos de la basílica realizados por los renombrados artistas Giotto y Cimabue. Este proyecto marcó mi primer trabajo importante en el campo de la restauración de pintura mural y me brindó una experiencia inigualable que sería reconocida en todo el mundo.
Desde el momento en que fui seleccionado para formar parte de este equipo de restauración, sentí una mezcla de emoción y humildad. Los frescos en la basílica eran considerados tesoros artísticos invaluablemente importantes y restaurarlos implicaba una gran responsabilidad. La basílica en sí era un lugar lleno de historia y espiritualidad, lo que añadía un nivel adicional de significado a nuestra labor.
Trabajar junto a los mejores profesionales del sector fue una experiencia verdaderamente enriquecedora. Segio Fusseti restaurador jefe de la Basílica, fue un gran apoyo desde el principio, llegando a ser un referente y amigo. La diversidad de talento y experiencia fue una gran motivación y retroalimentación entre todos los que allí trabajamos. restauración.
El trabajo en sí fue minucioso y meticuloso. Me metí en la biblioteca del Convento de San Francesco para saber un poco más sobre las técnicas originales de Giotto y Cimabue, analizando las capas de pintura, los materiales utilizados y los daños que habían sufrido a lo largo de los siglos.
Una parte esencial fue el respeto por la integridad artística de los frescos. No sólo se trataba de devolver la apariencia original de las pinturas, sino también preservar la pátina del tiempo que les confería un carácter único. Se utilizaron métodos suaves de limpieza y consolidación, evitando cualquier intervención que pudiera alterar el aspecto histórico de las obras.
Durante meses, trabajamos día tras día, aplicando nuestras habilidades con delicadeza y cuidado. Cada visión de diferentes escenas te acercaba un poco más a la esencia de la visión artística de Giotto y Cimabue. Era como viajar en el tiempo y ser testigos de su genio creativo de primera mano.
A medida que el proyecto llegaba a su conclusión, fue inevitable sentir un sentido de logro y satisfacción profundos. Había tenido el privilegio de ser parte de la restauración de obras maestras que habían perdurado durante siglos. La noticia de nuestra labor se propagó rápidamente, y la restauración fue reconocida y elogiada en todo el mundo como un hito en la preservación del patrimonio artístico.
Mi experiencia en la restauración de los frescos de la basílica realizado por Giotto y Cimabue en 1999 sigue siendo uno de los momentos más destacados de mi carrera. Fue un recordatorio constante de la importancia de preservar y cuidar nuestro legado artístico, así como una fuente eterna de inspiración para continuar trabajando en la preservación y restauración de obras maestras para las generaciones futuras.